Más allá de Control: perdiendo el control sobre la Seguridad Nuclear

Autor: Akio Matsumura

Traducción por: Blanca Elena Gómez García

 

 

Director de la OIEA Yukiya Amano
Director de la OIEA Yukiya Amano

Para la mayoría, la seguridad nuclear significa Irán y Corea del Norte. Mientras ellos se hacen presentes como amenazas de seguridad global, la intersección de muchos elementos como los residuos nucleares, el reprocesamiento y más plantas de energía en el mundo en desarrollo, no son discutidos, aun cuando tienen la capacidad de causar gran crisis mundial si no son abordados inmediatamente por líderes militares y civiles mundiales.

 

A principios de julio, la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU concluyó una conferencia ministerial con duración de una semana en materia de seguridad nuclear, en ella el analista de Bloomberg Jonathan Tirone informó, “la planta nuclear japonesa de Fukushima Dai-Ichi, cuyas 2.011 fusiones propiciaron la reubicación de 160.000 personas, podría proporcionar una nueva huella para terroristas que tratan de provocar una irrupción masiva”.

La industria nuclear está creciendo rápidamente en todo el mundo. Se han propuesto construir 100 nuevos reactores en los próximos años, convirtiéndose así en 600 reactores en total los que existirían en el mundo. Esta proliferación de energía nuclear va a inclinar la balanza de los riesgos a la seguridad, de tal forma que estos serán mayores que los beneficios, colocando sin duda a los pueblos del mundo en peligro.

Las grandes oportunidades de negocio que acompañan la construcción de una planta nuclear, aunado al prestigio que se adquiere al generar  energía nuclear a provocado que tanto países como empresas pasen por alto el potencial de desastres y los riesgos que la proliferación conlleva.

Muchas de estas nuevas instalaciones estarán en los países en desarrollo – propietarios por primera vez de la energía nuclear con gobiernos relativamente inestables, capacidades de seguridad inciertas, y los porcentajes más altos de trabajadores no calificados. Los países desarrollados – con fuertes marcos regulatorios, buenos programas de formación, e ingenieros competentes, gestores y científicos – han demostrado varias veces que sus plantas son susceptibles a errores humanos o desastres naturales. Para decirlo de otra manera, ¿cuánto confiamos en los equipos de respuesta a desastres del mundo en desarrollo?

Los riesgos asociados al incremento de control de material fisible en manos cada vez menos estables son evidentes. Los terroristas pueden obtener más fácilmente el material a través de gobiernos  débiles, esta mayor disponibilidad conducirá inevitablemente a una menor supervisión y por lo tanto a la posibilidad de que este material caiga en manos equivocadas. Las propias plantas de energía nuclear son también un objetivo prioritario para los terroristas. Con la existencia de más plantas con cada vez menos seguridad, la probabilidad de un ataque aumenta.

Todos estos riesgos son discutidos adecuadamente entre los gobiernos, ya que representan claros peligros y por lo tanto forman parte de la conversación tradicional sobre proliferación.

Pero considero que  el riesgo más grande para la seguridad, y que se multiplicará a medida que las nuevas plantas estén en línea, es el que representa el combustible gastado. Desde la creación de la energía nuclear, los gobiernos han enfrentado el dilema sobre el tratamiento de los residuos nucleares: ninguno ha podido encontrar una solución política y sustentable sobre lugar para colocar el material altamente radiactivo que el proceso de generación de electricidad produce. En los Estados Unidos, gran parte de este material altamente radiactivo se está enfriando en las piscinas de las centrales o en depósitos de almacenamiento fuera del sitio. ¿Por qué estos lugares no han sido los principales objetivos terroristas? eso sigue siendo un misterio.

El reprocesamiento de combustible, que Japón espera reanudar, no resuelve el problema y sólo aumenta la posibilidad de un ataque o robo a través del envío de material radiactivo entre los países (la mayor parte del material radiactivo de Japón sería reprocesado en Europa) y  de la creación adicional de plutonio.

Las mejores opciones para la eliminación de residuos son cascos secos o entierro profundo bajo tierra. Mientras que enterrar el combustible nuclear es una maniobra política a corto plazo, pasar nuestros problemas a las generaciones futuras es muy irresponsable y no hay solución real en absoluto. Una vez más, si los Estados Unidos y Europa siguen empantanados con el dilema de eliminación de residuos, ¿serán las democracias incipientes de los países en desarrollo capaces de hacerlo mejor?

Cierto asombro y misterio aun envuelven el verdadero impacto de la energía nuclear, pues coexisten con la convicción de que los beneficios económicos y de energía a corto plazo valen la pena. La principal lección que he tenido desde el accidente de Fukushima es la relevancia de nuestras decisiones actuales. Cualquier accidente nuclear, ya sea por un error humano, un desastre natural o un ataque terrorista, propociará radiación y otros riesgos de salud durante un mínimo de varios cientos de años. La cuestión nuclear que hemos construido en los últimos 70 años tendrá un impacto en nuestra sociedad durante cientos de generaciones.

¿Cuándo reconocerán los Estados Unidos y las comunidades internacionales el carácter irreversible de nuestras acciones y errores? Francamente hemos dejado que la cuestión nuclear salga de control.

¿Por qué los líderes políticos del mundo todavía no se han hecho esta simple pregunta?

El sistema democrático, los líderes militares se supone que son independientes de los puntos de vista de corto plazo de la línea del partido político o beneficios económicos y energéticos, se centró exclusivamente en asuntos de seguridad nacional e internacional. Como jefe militar, el general siempre está caminando sobre una cuerda floja entre ser un ganador o un perdedor, lo que lleva en la guerra y la paz. Guían el destino de su nación sobre sus hombros. Es un momento para que los líderes militares analicen el impacto de nuestras decisiones actuales.

Sir Brian Flores, un destacado físico nuclear británico, señaló que si las centrales nucleares se hubieran construido y desplegado en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial,  gran parte de Europa sería hoy inhabitable a causa de la guerra convencional y sabotaje convencional dirigido contra las instalaciones nucleares.

Un abastecimiento insuficiente para la planta, ya sea a través del terrorismo, los desastres naturales, o error humano, dará el mismo resultado.

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